04 noviembre 2009

Cosmética del enemigo

El viernes estuve en el teatro. Estuve viendo Cosmética del Enemigo, una obra de teatro que transcurre, a lo largo de noventa minutos, en una sala de espera de un aeropuerto. Hay dos personajes. Y ya.

Está basada en la novela homónima de Amélie Nothomb, así que mataré dos pájaros de un tiro comentando las dos cosas.

La novela es una de las primeras (creo que la primera) de esta escritora Belga, cuya infancia transcurre en Japón debido al trabajo de su padre. A lo largo de todas sus novelas tiene un montón de toques autobiográficos. Salvo en esta. En Cosmética del Enemigo analiza una relación enfermiza entre un hombre y el objeto de su amor, deseo y adoración. Está muy bien escrita, se lee rápidamente y no es muy larga. Además engancha. La práctica totalidad de la novela transcurre en una habitación cerrada, en un ambiente denso, en un diálogo entre los dos personajes protagonistas, que se analizan y se estudian concienzudamente el uno al otro constantemente hasta llegar a un final absolutamente inesperado.

La obra de teatro es una adaptación bastante libre. Cambiamos el ambiente enrarecido de una habitación por el ambiente asfixiante de una sala de espera en un aeropuerto causada por el retraso de un avión. Hacemos un par de cambios más y ya tenemos una solución perfecta para amoldar la novela a teatro. No diré nada más porque no quiero spoilearos, aunque en Madrid la última función fue el día 1 de noviembre quizás podáis verla en algún sitio aún.

La interpretación, magistral. El montaje muy sencillo pero muy efectivo. Noventa minutos sin descanso, un diálogo ingenioso, bien construido, agresivo por momentos. Transmite perfectamente la sensación de ahogo que, por momentos, salta de las páginas de la novela a la mente del lector, y a pesar de cambiar completamente el sentido de ésta, es innegable que la adaptación consigue transmitir las mismas sensaciones que la novela.

Un diez al director y al guionista, un veinte a los dos magníficos actores que te hacen quedarte pegado a la butaca durante los noventa minutos, sin pestañear, sin apenas respirar y sobre todo sin mirar el reloj. Hacía mucho que no iba al teatro, pero elegí estupendamente la vuelta. Si tenéis la oportunidad, no lo dudéis, merece mucho la pena.

2 que no callan:

Nosu dijo...

nuevo blog?
Ahora me he perdido Min

Saludos desde mi nueva conexion!! me gustan los dibujos de fondo del blog

Min dijo...

Qué va, mantengo los dos, este para gafapastadas y el otro para ralladas mentales :P